martes, 17 de junio de 2014

LAS MUSAS NO TIENEN DUEÑO



Las musas no tienen dueño.
Las musas, mi musa, es libertina.
Le gusta andar de mano en mano, arrastrándose por el torrente febril de cualquier lírico que le implora, destilando viveza a la mente tiránica que dicta los versos a una pluma sumisa.
Te atrae con sus brazos dulces, te seduce con sus caricias de gloria, te hechiza y te besa con esos labios traicioneros que enmudecen las verdades encubiertas, maquillándolas con elegante carmín rojo.
Se exhibe como un ser alado, de almizcle y rosas, escondiendo bajo sus suaves pétalos las espinas agudas que rasgan al tacto la piel y la hiere en  úlceras sanguinolentas, dolorosas, que escuecen y no cicatrizan, sólo escarchan en pústulas de témpano.
Infiel y traidora, se olvida de tu nombre y deserta. Prostituta que comercia con los orgasmos lésbicos, las orgias metafóricas y la lujuria de las noches de insomnio.
Viene y va, y en el vaivén te devora, en esa ausencia interminable que desuela y que te trae de vuelta la calma a su retorno.
Cuando sin despedirse se aleja, en su vacío de furia te llena, mas te inspira la deidad de hembra déspota, que sin estar se hace patente.
Idea, soplo, ingenio, sugestión, estímulo: poesía…