NO ES EL VIRUS, SOMOS
NOSOTROS
No es el virus, somos
nosotros, que no sabemos valorar lo que tenemos hasta que nos es arrebatado.
No pusimos demasiado énfasis
en las manos de los abuelos, cuando apretaban las nuestras con la sabiduría
eterna del que sabe que el mañana es incierto: hoy ellos son los más
vulnerables.
La prisa nos hizo olvidar la
importancia de escuchar los consejos sabios de nuestros padres, que se
despojaron de su corazón y lo acompasaron al nuestro al primer latido: hoy,
como siempre, ellos sufren por sus hijos.
Las diferencias y la vida
establecieron una distancia paradójica entre los hermanos que de niños compartían
todo, que se defendían con uñas y dientes y juraron permanecer unidos: hoy desearíamos
haber cumplido aquella promesa.
Hicimos de la amistad algo
cotidiano: las salidas, las quedadas, las risas y los planes a largo plazo,
convertimos algo tan especial en un hábito que hoy debimos dejar aplazado, y
sentimos como nuestro mundo se desmorona por ello.
Hicimos con el amor una moneda
de cambio. Las discusiones, la rutina y la desidia, iban al frente de la
batalla destruyendo a su paso aquello tan grandioso que se construyó, entre
dos, con ilusión: hoy es el amor lo único que nos queda, pues solo el amor
permanece a tu lado aún cuando crees no tener nada: gracias a ti, que estás
conmigo para todo.
No es el virus, somos
nosotros, que vimos en nuestro hogar una prisión y no un refugio, que creímos
que la libertad está en la calle y no en nuestra mente.
No es el virus, somos
nosotros, que no supimos ver que éramos ricos, cuando ya lo teníamos todo.
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