Cuando te pierdes
a ti mismo, el mapa de tu existencia se queda sin coordenadas y sólo tu
orientación interior puede ponerte a salvo.
La brújula señala
el sur en tu corazón y en la razón la flecha marca el norte.
Eres vagamundo de
tu conciencia.
Te ciegas, te
desvías por cualquier atajo, tropiezas con los obstáculos y cada vez es
más arduo el esfuerzo de ponerse en pie.
Cae la noche, oscurece.
Sientes la tentación de rendirte.
Pides ayuda, tu
mirada suplica auxilio. Nadie puede socorrerte. Únicamente en ti está la
salida, en el esfuerzo, en el dolor, en la experiencia. Te acompaña la soledad,
llevas de una mano la ilusión y de otra la nostalgia.
Nuevos horizontes
se abren.
Miras a tu
alrededor, te guías por el eco, por la luna, por el sol, por el viento:
esperanza.
Andas sin rumbo,
pero andas…
Muchas veces me he sentido así, qué bien lo has expresado!
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