El jurado del Segundo Concurso Internacional de Relatos Pecaminosos
organizado por Contacto Latino anunció su selección para la antología
“Te veré en el clímax y otros relatos pecaminosos”© que será publicado
por Pukiyari Editores, bajo su sello Kulei, en papel y digital.
Con la participación de 490 relatos provenientes de 25 países se cerró con
éxito la segunda convocatoria internacional, siendo primeramente 100 los relatos pre-seleccionados, de los cuales 25 fueron finalmente elegidos para conformar el libro.
Mi relato "La venganza servida en plato caliente", estará en esta atrevida antología.
Aquí el enlace a la noticia: http://contacto-latino.com/redzin/1085468/anuncian-ganadores-del-ii-concurso-internacional-de-relatos-pecaminosos-contacto-latino/
Unas manos infantiles aferran firmemente un lápiz del número dos. Premiosamente, plasman por vez primera las tres letras que conforman su nombre y descubre con fascinación la magia de los garabatos, el retrato imperecedero que tantas veces esbozará, el hechizo que fluye en sus venas y sigue impulsando cada trazo haciéndolo bailar en el papel, el prodigio de las palabras. Durante años almacena sus secretos y se regocija en la quimera de algún día poder compartirlos…
martes, 26 de agosto de 2014
miércoles, 6 de agosto de 2014
REVISTA FERIA REAL FERNÁN NÚÑEZ 2014
LA
TIERRA NO CABE EN UNA MALETA
“La tierra no cabe en
una maleta”, decía mi abuelo.
Así los veía partir él,
como ahora yo los veo, a una lejanía imprevista, cargados de avíos y el peso amargo de sentir que no se lleva equipaje,
sólo un billete de ida en el bolsillo y una foto de recuerdo.
Expectación,
incertidumbre, melancolía, tristeza en sus miradas.
Así partían y así
parten.
Lloran como lo hace el
recién nacido al corte tajante del cordón umbilical, enclave vital que le une a
las entrañas de su madre, a la seguridad única y al calor reconfortante del
hogar. Como hijos, la sangre que recorre las venas no se elige, la patria que
te ve crecer, tampoco; es tu sello, tu identidad, tu acento. Secan sus lágrimas
en el escudo de la bandera que les representa y que a su pesar no les arropa.
No hay remedio ni
consuelo. Tampoco hay adiós. Nunca lo hay, porque uno no se despide de sí
mismo, supongo, uno no se extirpa sus raíces del todo, pues aunque pueda el
corazón asentarse y brotar en otra hacienda, la semilla sólo da buen fruto en
el suelo donde germinó. Naces amapola en el trigal, jaramago entre olivos, azahar de un naranjo, geranio en una reja:
naces donde te siembran y allí floreces.
La nación de uno no es
algo que se pueda llevar de viaje y portar de un lado a otro, como el
canastillo de mimbre en brazos de una gitana cruzando el puente, así como no
deberían repartirse las usanzas y tradiciones, las oportunidades, cual claveles
granas por un puñado de monedas.
Qué dichoso el destino
nuestro, el de los humanos sedentarios, moviéndonos forzados por una realidad
torcida y un futuro opaco. Con la libertad soñamos y nos cortan las alas, que
no se es más libre por no tener límites geográficos, sino por poder decidir
dónde, cuándo y por qué estar.
Reflexiono y me
estremezco. Ahora estoy aquí, mañana quién sabe…
Y me quedo pensando
ante el andén, contemplando los dos raíles paralelos, infinitos: pasajeros al
tren. Y un avión parte en dos el cielo, rompiendo la barrera del sonido,
dejando una estela de humo blanco en un cielo azul que debería tornarse verde
esperanza: aves migratorias. Y un barco zarpa en el muelle, removiendo un mar
en calma que acorta la distancia interminable entre territorios, continentes
que se hunden y ahogan en la incomprensión del ir y venir: olas peregrinas.
Así volvían y así
vuelven. Con los brazos abiertos a su gente y la alegría de respirar el aire
que lleva su esencia, el regocijo de pisar las tablas del pasado. Rememorar y
volver a vivir. Partir, siempre hay que partir…
La tierra no cabe en
una maleta, porque, sencillamente, nosotros somos el bagaje.
Dedicado a todos los emigrantes, los de
ahora, los de antes y los de siempre, forzados a salir en busca de un próspero
porvenir, y en especial, a Balduino González, por el afecto que profesa a
Fernán Núñez y sus paisanos.
Ana Cristina Salazar Yuste
domingo, 3 de agosto de 2014
REVISTA IV GRAN VERBENA EL HIGUERAL
QUE
NO SE PIERDA
Que
no se pierda la fuerza en la mirada de los ojos guerreros que confiesan, entre
parpadeos, mil batallas; la sencillez en el semblante sin retoques, cubierto
por el maquillaje polvoriento de otra época, y el arreglo singular en las
mejillas del colorete que da la edad: arrugas.
Que
no se nos escape entre los dedos la arena del reloj, ni con las prisas que nos
va marcando el tiempo se desatiendan los besos y los abrazos, a veces tan poco
valorados, ni se evapore el sabor de los pucheros cocidos a fuego lento,
aderezados con el amor único de los fogones: los de la abuela, que nunca se
apaguen.
Que
no esperemos a la hora última en que se desvanezca, para estrechar sus manos
añosas y admirar su piel de mujer valiente, de hija, de esposa, de madre, de
sabia consejera de la vida, porque así será para todos: el mismo juego, las
mismas reglas, el mismo punto final en la partida. Ya a otros perdimos, a todos nos ha pasado, y se nos partió el
corazón al verles partir a un cielo impreciso que nos hace creer en un futuro
reencuentro, para unos lejano, para otros contiguo.
Ahora
es el momento, cuando aún nos pertenece y su presencia en el sillón no es una
evocación melancólica. Ahí está,
aguardando paciente a la espera de ser escuchada, de ser lo que se merece: la señora y dueña de su hogar, el agua misma que
riega sus macetas, el fino hilo que teje y maneja el croché, el oído sordo que
precisa repeticiones, el miedo a perderse para siempre.
Somos
hoy renacer de un mañana y mañana seremos ella, la anciana, constituyendo una rama quebradiza del extenso árbol genealógico, perderemos
la cabeza y necesitaremos un bastón que sostenga el peso de nuestros pasos
lentos y cansados, con el pulso estremecido y la sangre cristalizada. Pretenderemos,
entonces, no perdernos en esa vuelta de tuerca. Seremos el pez que se muerde la
cola, la ilusión óptica de una rueda giratoria, la paradoja del destino.
Que
no, que no quede a la espera encarcelada en un paréntesis, que no sea su
presencia un problema, un obstáculo; que no se anegue en lágrimas de soledad y
tristeza, que no pierda la ilusión y se convierta en un nido de canas
consumiéndose en el lecho del abatimiento.
La
voz de la experiencia que no se silencie, el alma noble que no se lastime, el
esfuerzo que entregó que sea gratificado.
Que
no caiga en el olvido. La sonrisa de la abuela: que no se pierda…
Dedicado a Francisca Mendoza Pavón, mi abuela.
Ana
Cristina Salazar Yuste.
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