LA HISTORIA DEL TÍO JUAN
En el patio de la abuela, el
pequeño Efrén juega a sonsacarle un relato legendario al tío Juan; ni la
limonada consigue mitigar el asfixiante calor de la tarde veraniega, esperan
ávidos la puesta de sol bajo la sombra del limonar.
El tío Juan, está sentado en la
silla de aneas; de hecho, no ha pasado un día en que no se haya apoltronado en
esa vieja banqueta deteriorada a esperar los primeros luceros del firmamento.
Sin preguntar, el chiquillo trepa
hasta sus rodillas y se acomoda, muestra su más brillante sonrisa y le profiere
un delicado abrazo; está dispuesto a utilizar todas las artimañas de las que
dispone en caso de obtener una rotunda negativa. Por su propia experiencia,
sabe que el tío Juan se hará de rogar, pero llegado el momento, su mueca
afligida será el aliciente necesario para persuadirle.
La comunicación se establece al
instante, no hacen falta las palabras. El tío Juan ve en los grandes ojos
infantiles el deseo de una historia y Efrén percibe una bondadosa mirada en el
cansado rostro del anciano.
El tío Juan carraspea, su aliento
huele a caramelo de menta. A cámara lenta, mira el reloj de cuerda y calmadamente
empieza a relatar la historia, de tiempos remotos y añorados:
- Hace años que las cosas empezaron a cambiar a una
velocidad frenética. Desde que desaparecieron los patios, las palanganas y los
pozos, y se fortificaron los portales con puertas y cancelas, el tiempo empezó
a correr en nuestra contra. Si mamá Teresa levantase la cabeza…Seguramente esta
casa sea la única sin remodelar, por eso conserva la claridad de antaño; y así
permanecerá, hasta que las paredes se derrumben por si solas y caigan por su
propio peso, porque lo harán, son muchas las batallas que ocultan sus muros
Eladio…
-
Efrén…
-
Edén, Estén, o como quiera que sea. Los niños antes se
llamaban Antonio, Alfonso, José, Francisco, Rafael…y estaban todo el día en la
calle, antes de arena, ahora asfaltadas mira tú; jugando a cosas de verdad,
corriendo al aire libre, no enganchados a esos cachivaches con cables… Y por
las noches, ¡ay Dios mío que noches! en las puertas todos, hablando con los
vecinos…Con ayuda del vecino, mató mi
padre un cochino… ¿en qué mundo vivimos si ni siquiera queda un porrón que
mantenga el agua fresca? No, ya no se disfruta de lo auténtico; de los tomates
del huerto, naturales, sin química ni pesticidas; de la tajá’ de melón con la
que te empapabas del dulce líquido...Por
Santiago pinta la uva, pinta el melón y el melocotón… Fíjate por donde,
ahora volvemos a la crisis, y digo volvemos porque ya pasamos por esto antes,
claro que no había tanto que perder porque menos teníamos…Llover sobre mojado mil veces ha pasado… es una lástima, ¡una
auténtica pena! hemos dejado escapar lo tradicional pensando en algo mejor y
regresamos a la desesperación por un jornal… Lo bueno se destruyó, y tanto que
se destruyó…
-
Entonces tío, ¿ya se perdió lo bueno para siempre?
-
No todo hijo, no todo. Por suerte aún nos quedan los
recuerdos y la buena gente, porque nuestro pueblo sigue siendo el mismo aunque
en apariencia cambie. Nuestras usanzas han ido de boca en boca, como los
refranes: de padre a hijo, de abuelo a nieto, de tío a sobrino… hasta que se han
grabado a fuego en nuestros corazones. Por eso, la esencia perdura y el barrio
sigue unido, por eso, aún tengo esperanza…
ANA CRISTINA SALAZAR YUSTE